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Guardaba en un arcón sus pertenencias:
peinetas y mantones de manila,
toquillas, “toquillones” y mantillas
y una falda con cola de volantes
que le trajo su padre de Sevilla.
Ya está vieja y de vez en cuando saca
de una caja de dulce de membrillo
unas fotos ajadas y amarillas.
Las mira mucho tiempo pensativa
y después las ordena con cuidado
y ata con un cordón de terciopelo.
Esta tarde su nieta le ha pedido
un pañuelo de adorno “pa la jira”
y orgullosa, del fondo le ha sacado
uno verde con una flor de lila
bordada primorosamente en seda.
“Me lo regaló tu abuelo un día
que también lucía la primavera”.
Le temblaban sus manos arrugadas
y en sus ojos pequeños aún ardía
la luz que ni siquiera el tiempo apaga.