Las campanas hoy
ominosas suenan.
Aún temprano el aire,
frío acero, llega
por tu sangre adentro.
Luis Cernuda
Blog personal de Juan Francisco Caro Pilar, maestro y abogado.
Luis Cernuda
Aunque el refrán diga lo contrario, el tiempo sí se lo come el lobo porque otros años por estas fechas estábamos cogiendo hongos en Fontanilla, en las Cumbres, en el Palacio y en los posíos de san Pedro.
Y aunque llueva a finales de octubre o principios de noviembre no será lo mismo. Vendrán las heladas y ya no saldrán con sus cabecitas blancas y sus tiernas laminillas rosas entre la hierba. Estas tibias mañanas, las tardes luminosas no son las mismas que si los campos estuvieran verdes por la lluvia. El verano se ha agarrado con fuerza a los faldones del otoño y no quiere dejarlo que vuele libre, húmedo y fecundo sobre las tierras resecas.
Cuando vamos a cogerlos, mayores y niños, pateamos los lugares en que tradicionalmente se han criado y que es donde pastan las ovejas durante el año. Regresamos con las cestas de mimbre llenas de este exquisito producto. En casa, después de quitarle la piel, los ponemos a asar con un poco de sal y cuando empiezan a desprender agua los apartamos. Listos para comer después de soplar un poco sobre ellos para que no nos quemen la lengua.
Esperemos que cuando las primeras cortinas de agua hidraten la piel reseca de la tierra siga el ambiente templado, con apacibles auras, que dejen salir de la tierra estas exquisiteces. Que aguarden las heladas.
Los candidatos para las próximas elecciones nos están regalando los oídos, como las sirenas a Ulises y a su tripulación. No nos los tienen que tapar con cera ni atarnos al mástil del barco. Conocemos esos cantos.
Los líderes y sus séquitos llegan a los mítines con la parafernalia de himnos, banderas y abrazos por doquier. Las imágenes, sobre todo las de la tele, valen más que mil palabras, así que atentos con el rabillo del ojo a la lucecita roja de las cámaras que entonces sí que hay que echar el resto.
He escuchado en esta precampaña la propuesta de reducir el número de diputados y senadores. Creo que es una medida acertada, aunque malogre las expectativas de muchos afiliados.
En lo que se refiere al Senado que propongan la reforma de la Constitución, como se ha hecho con el tope de gasto público, y eliminarlo sin más.
Los diputados podían reducirse sin que la Institución sufriera menoscabo. He observado cuando votan en pleno dos detalles que desdicen de la alta misión que ostentan y que apoyan esta opinión. Uno es el de los deditos, no los cinco de la manita futbolística, sino los que levanta el encargado del grupo parlamentario para que todos voten lo que han decidido los jefes: uno para el sí, dos para el no y tres para la abstención. Para eso no hace falta tanta gente.
El otro detalle es el de las suplantaciones para votar por compañeros ausentes. Ausencias, en algunas ocasiones vergonzosas, donde se ve el hemiciclo casi vacío y un señor en la tribuna hablándole a los sillones.
La lengua se ha enriquecido a lo largo del tiempo con expresiones que atribuyen a las personas cualidades de los animales. Si digo de alguien que es un lince estoy resaltando su agudeza y sagacidad.
La cobardía se la han cargado a las gallinas, la fuerza vigorosa a los mulos y la adulación a las babosas.
El genérico sustantivo pájaro se aplica al hombre astuto y sagaz que suscita recelos.
Buitre lo decimos de la persona que se ceba en la desgracia de otra o también que come con ansia desmedida.
Cernícalo es hombre ignorante y rudo, algo alocado.
Ganso, el tardo, perezoso, descuidado y simplón.
Hormiga, lo aplicamos a la persona constante y ahorradora.
Pavo, hombre soso e incauto. Y si el pavo sube, sofoco tenemos
Hiena, persona de malos instintos o cruel.
Hay muchas más correspondencias de virtudes y defectos con la fauna silvestre y doméstica. ¡Qué mal trato recibe el cerdo, qué desagradecidos somos con esta especie asociándolo con la suciedad, a pesar de los exquisitos productos que nos reporta!
A veces hay que acudir al contexto para entender la acepción que ha querido transmitir el hablante.
Si en el ardor de una discusión alguien le llama a otro cabrón, sabemos que no está aludiendo a las cualidades del macho de la cabra para trepar por terrenos escarpados.
Para escarnio de la igualdad de sexos, cuando a una mujer se le increpa con el término zorra, se le está llamando puta. Si le decimos zorro a un hombre nos estamos refiriendo a su astucia solapada, sin connotación sexual alguna.
Se dice del hombre que liga mucho que es un ligón y por el contrario a la mujer que hace lo mismo se la pone que no hay por donde cogerla. Injusticias de la lengua, pero ella sólo es un crisol de la sociedad.
Falta mucho camino por andar todavía.