Oquedades

llorar

(Pintura de Bruno Amadio)

Una tristeza de límites  difusos

ha posado sus manos

en las frágiles alas del pasado,

mariposa herida, ya sin vuelo,

que deja lastimoso desconsuelo

en la sombras ausentes de los cuerpos.

La  huella  de la herida en la memoria

reblandece la piel del sentimiento

y  afloran, silenciosas, las  lágrimas,

pétalos de rosas sobre el suelo.

Memoria macerada en la añoranza

que deja  posos agridulces

en el fondo de la tarde.

El  amor, evocado siempre, acude

al  efluvio nostálgico  del vino.

Señales  en la piel de los afectos,

que al  volver a tocar,

producen sarpullidos

de emociones no acabadas.

La  ausencia de personas

sobre el anaquel  de los recuerdos

en el tiempo amarillo de las fotos.

Palabras que no dije

cuando alguien  esperaba mi consuelo,

abrazos que no di

perdidos para siempre

a mitad de camino

entre  la timidez y el deseo.

Acordándome de esto

he llorado como niño perdido

de la  cálida mano de su madre,

una noche de feria

en el bullicio  de la calle.

 

 

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