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Fecundo mes octubre en que la tierra
recoge en su matriz a la simiente
con calidez de una vestal yacente
que entreabre sus labios y los cierra.
El agua se descuelga de la sierra
con la luz de la tarde decadente
y empapa los sembrados lentamente
tras la semilla que el arado entierra.
En cadencia temprana de horizontes,
rojos y carmesí, la luz se aleja
de los húmedos valles y cañadas
y borra las siluetas de los montes
entre el tañer de lastimosa queja
de un aprisco de ovejas encerradas.