Pasan dispersas las nubes delante de la luna. Me contaban de niño que venían del mar a regar los campos y a surtir fuentes y veneros. Vaciaban y regresaban después cargadas con sus aguaderas grises. Por las sierras de Fuente del Arco, justo por la ruta del Pencón, llegaban las más copiosas. Recostado esta noche en la pared color marfil, que la luna presta y las nubes pasajeras quitan, las sigo hasta que se pierden en lo más oscuro del cielo. Deben ser pajes o escuderas que abren paso a las portadoras de lluvia. Desde una hoja salta la rana al agua y la luna se quiebra en temblores de plata sobre el fondo oscuro de la alberca. Por un momento se oscurece todo, después el cielo queda limpio con la luna en lo más alto y clarean como arterias de alpaca los caminos que serpean en los olivos. Lejanas, diviso las luces del pueblo…
¡Qué bien se está mientras pasa el tiempo de puntillas sin que el reloj trocee su marcha con las tijeras del tictac!