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Queda el incienso en las solemnidades,
los cánticos gregorianos,
nocturnas adoraciones
y el amor de los amores;
capas pluviales, manteos,
amitos, cíngulos, albas,
roquetes y solideos;
la cadenciosa oratoria
de grandes predicadores,
el sol roto en las vidrieras
en un mapa de colores;
oficios de primavera,
y altares llenos de flores,
las velas y procesiones
y el negro de las sotanas,
repiques alegres, dobles de muerto,
sones lejanos en el campo abierto.
Nos quedó al fin la liturgia.
Huyó Dios por las ventanas
en un caballo de incienso.
Me encanta, haces poesía con tal facilidad…
Unas veces es más laborioso que otras elaborar un poema, pero siempre hay que limar y buscar las expresiones adecuadas. Un abrazo.