Recortaba la luna las siluetas en la frondosidad de las adelfas. El aire nacarado y perezoso, sostenía los aromas de la vega. Eran tus ojos azabache brillante en la noche de julio. La luz de harina plateada difuminaba los caminos, los cerros de olivares, la chopera en la ribera…Acunaban al silencio el canto de los grillos y las ranas. Estuvimos mucho tiempo sin decirnos nada, sintiendo los latidos de los pechos y deseé que nunca terminara aquel momento, aquella sensación inabarcable de paz en mitad del campo, dueños y centro de todo el universo. A lo lejos tintineaban las luces del pueblo, sumidas las fatigas en la quietud del sueño. Volvimos por un camino borroso cuando una bocanada rosa surgía por oriente y la brisa hacía cosquillas a las sombras de los chopos.
Eres un maestro del lirismo. Se nota que son sensaciones y emociones vividas. Un abrazo.
Muchas gracias, Carlos. Vividas y, con el tiempo, idealizadas. Un abrazo.