Niños, príncipes y princesas.

corona

Os enseñarán, gráciles niños y niñas,  que por mor de la genética alcanzáis el principado, las artificiosas  formas del ceremonial protocolario que a tan alto estado corresponden.

Ahormarán vuestros impulsos espontáneos con  arneses  de palacio. Vuestras caras tendrán la  sonrisa programada para el acto  y vuestras manos mostrarán  cinco lobitos al viento del aplauso.

Os llamarán altezas y ante vos inclinarán cabezas y doblarán rodillas y espinazos. Viviréis en  una burbuja  de cristal, de Bohemia quizás, del más selecto y caro, pero jaula al fin y al cabo.

Enjambres de zumbones moscardones libarán vuestra compaña  buscando el  relumbre social o los favores, pero  vuestra infancia  volará  con  señuelos amarillos sin haber tocado el suelo. No os hará falta nada, pero vais  a perder mucho de  lo que a los niños de vuestra edad les corresponde: el juego en la calle, las pandillas plurales… No sabréis distinguir el saludo sincero del fingido, la amistad de la simple compañía. 

Una  corte de adulones  os rodeará  y perderéis el contacto con la vida real, aunque las vuestras sean más regaladas. Con todo,  no os  creáis dioses  ni ungidos por altísimos designios por tantos parabienes porque el dolor y el sufrimiento no reparan en coronas y la muerte no esquiva a las realezas. Un consejo,  si nos es permitido a los plebeyos,  no subáis  muy alto, que desde allí son más fuertes los porrazos.

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