Muchas gracias

Llegué una mañana del pasado mes de marzo al Hospital Quirón Infanta Luisa.  ubicado en la trianera calle de San Jacinto, en Sevilla, con un problema grave de glaucoma en los dos ojos. Después de muchos años de tratarme con colirios para reducir la tensión ocular había llegado a un estado en que ya no me hacían efecto y dos oftalmólogos que había visitado con anterioridad me recomendaron la cirugía porque, si no, corría el riesgo de quedarme ciego. El último que había consultado, de un renombrado centro oftalmológico de Badajoz, me la pintó tan negra y recalcó tanto los posibles efectos adversos que llegó a decirme que esa operación no se la recomendaría ni a su padre si hubiera alguna posibilidad de evitarla. Se refería a la trabeculectomía más agresiva. Las modalidades de implante no las practicaba. Entonces decidí pedir cita en este hospital. Fue una intuición porque yo no tenía referencias del equipo de oftalmólogos del centro. Me la dieron para el día siguiente con la doctora Carlota Ramos. Me atendió muy amablemente, pero me dijo que ella no era especialista en glaucomas. Me vería la cara de preocupación que tenía y quiso ayudarme para que no regresara sin que me viera un compañero suyo. Se puso en contacto con él y lo haría esa misma tarde. Era el doctor Contreras, que me atendió antes de comenzar la consulta con las citas que tenía programadas. Me midió la tensión ocular que seguía desbocada y ordenó algunas pruebas más.  Esperé fuera los resultados y al poco tiempo me llama y me presenta al doctor D. Francisco Rosales Villalobos.  Este ordenó hacerme más exámenes y cuando terminaron me dijo que ya tenían lo que necesitaban. Me operarían dentro de dos semanas.
El día 23 de marzo me realizó el doctor Rosales y su equipo la primera intervención quirúrgica, la del ojo derecho. Volví al día siguiente y me quitaron el vendaje que lo tapaba.  Veía estupendamente. La intervención consistió en extraerme el cristalino, ponerme una lente y colocar un implante ‘Xen’. Todo transcurrió  con normalidad.
La segunda operación, la del ojo izquierdo,  quedó fijada para el día 6 de mayo. Y aquí estuvo el atranque y la sorpresa desagradable. Yo sentí durante el desarrollo más dolor que en la anterior y presentía las dificultades que estaba teniendo el doctor porque tuvieron que incrementar la anestesia.
Durante la tarde de ese día el doctor Rosales me llamó por teléfono a casa para interesarse. Yo entonces me sentía bien, con mi ojo izquierdo vendado.
Al día siguiente acudí a la clínica y al quitarme el  vendaje  solo vi una mancha blanca con muchas ramificaciones. El doctor Rosales nos explicó a mi hijo y a mí que el glaucoma era de los denominados ‘malignos’, palabra con la que yo me acordé del demonio y con la que se resumía todo. El humor vítreo empujaba hacia afuera con tal fuerza que descolocó todo el resto del ojo y cerró una cortinilla con lo que no había salida de este humor vítreo. Explicación mía de profano, sin términos técnicos. La tensión estaba en 48. El peligro era muy elevado y la urgencia inevitable. Entonces, enfrentado yo al temor y el doctor al reto de salvar la visión, me dijo que había dos posibilidades y que si la primera no salía bien había que pasar por quirófano de nuevo. Pasamos a la sala de láser. Antes de empezar me dirigió unas palabras que para mí sonaron francas y entregadas.  Me dieron confianza, Las recordaré mientras viva: “Voy a poner en mis manos todo lo que sé para evitar tener que entrar otra vez en quirófano”.  Me aplicó laser. Tuve la sensación de que eran granos de arena lanzados con fuerza sobre mi ojo. Terminado esto, me envió a urgencias donde ya esperaban siguiendo sus instrucciones con lo necesario para ponerme dos botes por vía venosa de no sé qué sustancia, con el fin de intentar bajar la elevadísima tensión ocular.  Vuelta a la consulta.  El casi milagro se había producido. No habría que intervenir de nuevo. Las partes del ojo se había reubicado con el tratamiento aplicado. Aunque yo no veía por ese ojo todavía prácticamente nada, el peligro mayor estaba superado. A partir de ahí sigo con el proceso de medicamentos y visitas de revisión.

No es fácil, cuando el problema médico es grave, compaginar la información sanitaria al paciente, sin ocultarle la gravedad y el trato cariñoso para evitar su derrumbe anímico.  Muchísimas gracias por haber sabido compaginarlos los dos con preparación, sencillez y humanidad.

Cuando uno está enfermo necesita medicinas, destreza y corazón. De las tres he recibido sobradas dosis. El doctor Rosales ha tenido un comportamiento profesional y humano intachables y dignos de alabanza. Me citaba cada dos o tres días a los centros donde trabaja para no dilatar la espera y estar pendiente del proceso postoperatorio.
A una de las citas mi hijo no podía acompañarme y le pidió que si podía ser el viernes en lugar del jueves. Un día en que el doctor no tenía que ir a la clínica, pero lo hizo exclusivamente para atenderme. Le di las gracias con una profundidad que las palabras no alcanzan a expresar. Sobre todo, me conmovió cuando me dijo que las que más lo habían sentido eran sus dos hijas, de tres y cuatro años, que habían querido venirse con él a la clínica porque era una tarde que les dedicaba a ellas. Hay comportamientos que conmueven

Y qué decir de María, su asistente, administrativa, enfermera…en realidad es todo y lo realiza con una eficiencia y agrado que es difícil mejorar. Ha sido mi ángel de la guarda más a mano. Siempre dispuesta a servir de enlace con el doctor Rosales y a facilitar cualquier gestión que le pidiera. Gracias de corazón, María,  y perdona esas impertinencias mías de molestarte fuera de horario de trabajo e incluso en fines de semana.
Cuando a la preparación profesional se une la calidez humana y cercana en el trato se da uno cuenta de la grandeza de las personas que tiene delante. Con gente como vosotros el mundo es  más llevadero, más humano. Un fuerte abrazo agradecido.

5 respuestas a «Muchas gracias»

  1. Vaya batalla ganada
    Me alegro mucho.
    La describes con tu categoría
    de buen narrador.
    Me alegro mucho amigo.
    Un fuerte abrazo y enhorabuena.

  2. Magnífico tu artículo “Desnudos e indefensos” en su forma y en su fondo. Además, genial la descripción que haces del vuelo de los vencejos…
    Mi enhorabuena y admiración.
    Y mucha fuerza y ánimo en tu lucha porque la luz y clarividencia te siga llegando nítida y clara.
    Un abrazo.

  3. Amigo Juan Francisco, un placer como siempre leerte.

    “Dos linajes hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener” (Sancho Panza). Así ha sido y seguirá siéndolo…

    Un vecino mío, gran amigo y sabio por los años que tenía, completaba la frase final de tu artículo diciendo: “Don sin din, cojones en latín”.

    Un abrazo fuerte.

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