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Garganta penumbrosa tras el monte
que Venus colocó en una ladera
para gozo de holganza placentera
a la gloria sin tasa de Caronte.
Receptivas paredes de humedeces
facilitan descenso en la pendiente
con cálida posada y envolvente
que dilatan sus primeras estrecheces.
Agradable acogida al visitante
que penetra en estancia tan oscura
con ávida firmeza exuberante.
Al poco de ajustar la envergadura,
situados inquilino y hospedante,
se mueve con total desenvoltura.