Miedo

Hemos vivido parte de nuestras vidas con miedo. Nuestros padres y abuelos en los límites del pánico por el tiempo cainita que les tocó vivir.  Madrugadas de aldaba y cerrojo, los golpes en la puerta, los paseos, las sacas…
Nos amedrentaban con las llamas eternas del infierno, el llanto y rechinar de dientes. También aparecían cada cierto tiempo visionarios que anunciaban catástrofes planetarias y el fin del mundo.  Muchas noches me acosté temiendo que con nocturnidad y alevosía la parca con calavera y guadaña me arrastrara a las calderas de Pedro Botero, culpable por despertar a la vida descubriendo mi cuerpo.
A comienzos de los años sesenta nos alarmaban con los efectos de la lluvia radiactiva. Los gases y el polvo que generaban las pruebas nucleares se elevaban hasta la troposfera y después caían cuando llovía en lugares alejados de donde se había producido la explosión.
 El paso de cometas cerca de la tierra ha provocado que augures de medio pelo con mucho cuento y poca ciencia asustaran a los terrestres con calamidades apocalípticas. En 1910 dijeron que el Halley envenenaría la Tierra con el gas cianógeno que traía en la cola.
Nostradamus dejó material suficiente para que cualquier exegeta agorero interprete a su manera las enigmáticas e imprecisas cuartetas que escribió y nos sobresalte con vaticinios catastróficos. La incultura y la ignorancia abonan el terreno para que profetas y visionarios siembren el desconcierto.
Contaban personas mayores que en el verano del año 1936, días antes de la guerra civil, se produjo una intensa lluvia de estrellas, lo que hizo asociar ese fenómeno astronómico con la contienda que se avecinaba. ‘Señales en el cielo calamidades en la tierra’. Sería por eso por lo que ciertas personas crédulas y temerosas se santiguaban cada vez que veían la estela blanca rayar la bóveda del cielo.
Algunas noches los amigos nos reuníamos en un rincón de la calle y contábamos historias que habíamos escuchado sobre marimantas, apariciones, muertos que enterraron sin estarlo, peleas a la luz de la luna con brillo de facas, venganzas por celos…Nuestra fantasía las recreaba y les añadía detalles que nos inventábamos para hacerlas más intrigantes.
Muchos de estos relatos eran comunes a los que se contaban en otros pueblos. Unos jóvenes apostaron con el valor que da el vino quién sería capaz de ir al cementerio una noche de invierno oscura, con lluvia y viento.
Yo sí soy capaz. ¿Y cómo sabremos que has ido? Llévate este saco y lo tiras por la pared al interior. Mañana iremos nosotros a recogerlo y sabremos si es verdad. Los amigos se habían adelantado y cuando el osado tiró el saco se lo devolvieron desde dentro. ¡Pies para qué os quiero!
Con el coronavirus diaria y machaconamente en todos los medios de comunicación, bulos incluidos en las redes y tertulianos deslenguados, ya han conseguido, otra vez, meternos el miedo en el cuerpo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.