El órdago se ha transformado en un tsunami independentista. Vistos los efectos, a los que lo lanzaron o se aprovecharon de él, no les queda otra opción que correr hacia adelante so pena de ser arrastrados por su ímpetu.
Está comprobado que pueden más consignas repetidas que raciocinio sereno para tapar ineficiencias y distraer atenciones. En estas circunstancias una convocatoria electoral es lo más parecido a un plebiscito. Y con esta carga emotiva, a un plebiscito sobre sentimientos.
Votar con las emociones a flor de piel es la mejor forma de lamentarlo después. Otro problema es que alguien se crea ungido por la historia y por la aclamación popular para llevar a sus conciudadanos, cautiva la bandera enemiga, a la gloria de la independencia en un desfile triunfal de paladines.