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Cuando apunta la mañana,
luz y sombra confundidas,
la paloma torcaz trenza
madejas de niebla fría
en brazos de las encinas.
Después, esclarece el día.
Abre el surco a la semilla
el labriego en la besana.
Tapiz de notas caídas
del pentagrama callado
a los pies de la alameda.
La majestad, allá arriba,
donde el águila planea
sobre llanos y colinas.
Silencio otoñal dorado
que espera otra primavera
de veloces golondrinas.
Pero esta plácida espera,
con frágil luz fugitiva,
me muestra así la belleza
del misterio de la vida.