Hace más de cincuenta años venían por los pueblos sogueros gallegos. Colocaban sus pertrechos en una calle espaciosa. En un extremo fijaban al suelo el torno, que tenía unos ganchos a los que ataban uno de los cabos de las cuerdas. Enfrente del torno ponían una especie de carro al que unían los cabos opuestos. Según se quisiese la soga más o menos gruesa variaba el número de cuerdas. Acudía la gente, sobre todo la del campo, a hacerles los encargos y se pasaban varios días en el pueblo hasta que terminaban.
Para que la soga saliese lo más tensa posible se necesitaba un contrapeso en el carro y es allí donde nos montábamos los muchachos para ser arrastrados hasta el torno.
El soguero introducía el husillo entre las cuerdas y las pasaba por sus acanaladuras. Al mismo tiempo, una persona comenzaba a dar vueltas a la manivela del torno. El soguero deslizaba el husillo entre las cuerdas caminando hacia atrás.De ahí deriva la expresión:
” Ir para atrás como el soguero”. De esta forma quedaban trenzadas las cuerdas formando la soga. Pues a ver quién es el soguero que con tres cuerdas: recesión, recorte de la inversión pública y falta de créditos bancarios consigue hacer una soga que estimule el consumo, disminuya el paro y reactive la economía. Con estas cuerdas más que sogueros, quizás hagan falta ilusionistas y encantadores.