Con vocación de eterna permanencia, los eximios regidores de la patria dan al óleo de pintor famoso encargo de inmortal recuerdo para brillo orlado de su cargo. Generaciones venideras contemplarán estos retratos de prohombres encumbrados a los más altos designios que alcanzar pueda ser vivo por la fuerza de los votos. Su autoestima y narcisismo quedan satisfechos en el lienzo para asombro de paisanos y orgullo de sus deudos. Pero la pátina de su grandeza luciría inconmensurable si el importe de la obra la costeasen con su peculio y no con el dinero de todos.