Los quintos.

quintos

Cuando la vida rompía costuras de pletóricas exuberancias hormonales, una corneta lejana llamaba al servicio de la patria  la sangre nueva de los pueblos.

La talla, el marqueo de  jóvenes veinteañeros en el mes de marzo tenía sus ritos y festejos. Las excentricidades y abusos que la edad aguanta y los vecinos permiten se desborda en ríos de vinos y  cánticos de madrugada. “ ¡Ya se van los quintos, madre!” “Si te toca te joes que te tienes que ir…”

Sobre las espaldas  de los quintos el  número de la talla que el tallador ha voceado en la sala del ayuntamiento y  que pasean  ufanos y hermanados por  las calles del pueblo garrafa en ristre.

La novia de promesas blancas ante el altar  o la deseada que no  ha formalizado aún  la  querencia del mozo escuchan bullangueras canciones: “Tu retratito lo llevo en mi cartera donde se guarda el tesoro más querido y puedo verlo a la hora que yo quiera…”. Juventud redonda, sin picos, en el tesoro del recuerdo. Amigos, para siempre, quintos que ya no se van ni cantan de madrugada: “Esta noche ha llovido mañana hay barro”.

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