Lo necesario y lo prescindible

John Steinbeck narra en ” Las uvas de la ira” las penurias de la familia Joad y el ingenio de la madre para preparar la comida diaria con las escasas viandas disponibles.   

La mayoría de los españoles de nuestro pasado reciente tuvo que recorrer un camino de privaciones ocasionadas por las secuelas que dejó el enfrentamiento fratricida. Lo primordial era procurar alimentos para poder comer todos los días.

La ropa pasaba de unos hermanos a otros, tras el artesanal trabajo de adaptación de habilidosas manos costureras. Sisa arriba, bastilla abajo, acondicionaban las prendas para el nuevo inquilino.

Pantalones remendados desde las culeras a los perniles, con progresiva mengua del género original. A los cuellos desgastados de las camisas se les daba la vuelta y se zurcían los rotos de los calcetines con un huevo de madera en su interior. Los vestidos se confeccionaban en casa con tela comprada por metros.  Los zapatos tenían tantas vidas como los gatos, gracias a los zapateros, que eran los encargados de prolongar su existencia con leznas, cabos y cerote, echando medias suelas o poniendo tacones nuevos. Los campesinos usaban para el trabajo botos bastos con tachuelas en las plantas. Así las protegían del desgaste en el campo y las dotaban de acompañamiento musical cuando pisaban sobre las calles enrolladas.

Los viajes eran escasos, los inevitables por la salud.  El de bodas, por pocos días, a la capital de España o a la ciudad de la Giralda. Y si la escasez apretaba, a casa de unos parientes. Los de placer a destinos exóticos quedaban para la fantasía.

El descanso estival lo disfrutaban los turistas y los emigrantes que regresaban al pueblo en verano. Los demás, con sentarse al fresco por las noches y celebrar las fiestas patronales con algún extraordinario daban el trámite por cumplido.

Hubo niveles en el acceso a alimentos básicos.  Los más afortunados disponían de aceite para el año, maquila para panes, cerdo para la matanza y huevos de corral. Otros, desgraciadamente, debían afanarse cada día, si tenían dónde, para disponer de sustento.

Algunos, a pesar de esas privaciones y sacrificios, incluso fueron capaces de ahorrar para comprar una fanega de tierra, casar a una hija o tener disponibilidad para un imprevisto.

Lo prescindible y lo necesario dependen de las circunstancias personales y temporales.

Probablemente cada uno de nosotros trazaría la línea divisoria por un sitio diferente. Pero hay donde meter tijeras, hablando en términos medios, porque existen grupos que desgraciadamente pueden prescindir de poco.  Echemos un vistazo a los contenedores después de opíparas celebraciones, a los roperos con ropa que apenas nos ponemos… Es una buena reflexión para comprender la relatividad de lo necesario cuando se dispone de medios donde elegir y lo escasas que son las opciones para quienes tienen que hacerlo entre poco y nada. Conviene tenerlo en cuenta por si llega el caso. La vida da muchas vueltas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.