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Llega de lejos tu presencia ausente.
La trae el viento que bulle en la alameda.
La lluvia cautiva y evoca cuando cae
en la apacible soledad del campo.
El beso adolescente,
tembloroso y sincero,
los latidos del pecho,
el efusivo abrazo,
las adelfas en el río, tu pelo mojado…
Emociones primeras,
de la entrega a la vida sin rodeos.
¡Si yo hubiese sabido
que tenía un tesoro entre mis manos…!
Sigue el cadencioso susurro
del agua en la memoria acogedora.
Entre las hojas del olmo un ruiseñor espera
con las plumas infladas
a que la lluvia cese.