¿Cuándo fue imposible el regreso al punto
de partida que hacía más penosa
la vuelta que seguir hasta la orilla
opuesta conociendo que la huida
cerraba para siempre las cancelas?
¿Por qué no llegó el bote salvavidas
de una palabra a tiempo, de algún gesto
que evitara el naufragio presentido?
Como desconocidos solitarios,
dentro de sus corazas reducidos,
viven ajenos, uno junto al otro,
cada cual por su lado a sus tareas,
ideando quimeras que completen
la orfandad del vacío en compañía.