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Las huestes de don Rodrígo
rato ha que ya sabían
que a su laureado jefe
la deshonra perseguía
en los campos de batalla.
Ayer consejos vendía
desde el monetario fondo,
hoy ni siquiera se fían
sus más fieles aliados.
La campana que tañía
con repiques jubilosos
cuando a la bolsa salía
su Bankia bien engañada
hoy dobles son de agonía
por tan sangriento revés.
De esta manera decía
cuando triste y desarmado
por tan grande felonía
lo acompañaba hasta el coche
el cuerpo de policía:
La fortuna que amasé
parte de herencia tenía
y el resto de los caudales
lo gané en la lotería.
(Que le pregunten a Fabra
si es verdad o fantasía).