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Como todos los años,
llegaron las castañas
con el corazón color trigueño.
Germinaron en el vientre del erizo
y traen del monte fresco
la rubia arruga
hecha apetitoso fruto.
El asador raja sus pechos
para darle al fuego,
abiertas en canal, su ardiente entraña.
Esparcen fragancias en el aire de noviembre,
calientan nuestras manos
en cucuruchos de papel de estraza
y ya en la boca
abren en ramilletes de sabores
las esencias del otoño.