Sola, en la esquina de la calle más lejana, desnuda y olvidada, está la vieja farola, ajena a los vestigios de una noche ebria y borrascosa. Ya no alumbra los pasos diligentes de mujeres enlutadas ni el andar presuroso del labriego en la alborada. Huyó la corte de mosquitos zumbadores y salamanquesas cazadoras que aguardaban sigilosas el momento del ataque.
Cómplice otrora de furtivos amores y de besos pubescentes, los ábregos, la desidia y la crueldad terminaron por doblar su resistencia. Esqueleto metálico, deforme y herrumbroso, que alberga sólo el ruin casquillo de una bombilla rota.
Esta noche que necesito su luz me ofrece sólo el afilado silbido del viento entre sus hierros retorcidos. Vacío, sin rumbo y triste, he llegado a este lugar presintiendo entre los mantos negros de la madrugada el borde anguloso de su talle. A oscuras, he sentido la fría pena de su soledad y mi amargura.
4 respuestas a «La vieja farola»
Cuántos sentimientos y recuerdos me ha despertado tu farola. No hay nada más sugerente y romántico que aquellas farolas de antaño, hoy todo es funcional.
Me alegro mucho de haber conocido tu blog, te pondré en mi lista.
Un beso, Juan
Muy agradecido, Julio, por tu comentario. Es cierto que la evocación es el motor de lo que escribo. A medida que avanzamos en edad añoramos más lo pasado, sobre todo la infancia.
Cuántos sentimientos y recuerdos me ha despertado tu farola. No hay nada más sugerente y romántico que aquellas farolas de antaño, hoy todo es funcional.
Me alegro mucho de haber conocido tu blog, te pondré en mi lista.
Un beso, Juan
Muchas gracias por tu comentario. Me alegro mucho que el escrito sobre la farola te haya servido para recordar y evocar sentimientos.
Me parece que hay calidad en tu escritura, con una adjetivación rica, un ritmo poético bien tratado y evocación, sobre todo evocación.
Muy agradecido, Julio, por tu comentario. Es cierto que la evocación es el motor de lo que escribo. A medida que avanzamos en edad añoramos más lo pasado, sobre todo la infancia.