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Este trabajo lo presenté para la revista de la feria de Ahillones de este año. Estaba en prosa, pero aquí me he permitido presentarlo en verso con ligeras variaciones.
La torre es la paleta
do la luz prueba pinceles dorados,
donde los vientos juegan
a morder la cola a la veleta.
Otrora, sus campanas convocaron
desde los bordes de la aurora
a sigilosas sombras negras
con manteos y velo.
Dieron las vísperas al mediodía
– a las dos en invierno,
a las tres en verano-.
Fundieron tonos grises
al toque de oración
y alertaron de fuegos en los campos.
Dobles de entierro que no oyen los muertos
se van dando tumbos de pared en pared,
como borrachos ahítos de vino
en busca de olvido
hasta los campos abiertos,
a posarse en las tierras de los huertos,
alondras negras,
que dejan posos de tristeza
en los velos del aire.
Por Pascua, repiques de gloria.
Encuentros, procesión y alabarderos.
Azul cielo, verdes praderas,
Rosquillas, bollas, primavera,
margaritas nuevas por los campos
y en los púberes pechos
de mocitas bellas.
Tibias auras carmesíes
en delicadas mejillas .
Bautizo, comunión y casamiento.
Toda una vida reglada
por metálicos tañidos.
No hay fiesta sin campanas
ni difunto sin responso.
Su reloj cansado de toques perdidos
paró sus manillas
en los negros valles de la noche,
cuando todas las horas son la una repetida
y sólo quedan sus estelas,
temblando en los huecos del silencio.
Hacia la iglesia confluyen
calles de los cuatro vientos:
Mesones, Cuatro Esquinas,
Real y Valverdejo.
Otra cruz en el suelo.
Cuerpo de piedra y corazón de bronce,
melódicas olas mecen
cantos de gloria, dolor o aflicción
mezclados con incienso
en su nave central,
y escalan sus muros
hasta las polícromas vidrieras.
Referencia, faro y guía.
Cigüeñas, vencejos, aviones,
saetas de negros chillidos
en mañanas claras y en tardes serenas.
Crisol que junta el agua,
la sal y los anillos;
aceite, ceniza, mirra e incienso
en súplica y ofrenda.
…Y siempre una vela
alumbrando el camino
por el que marcharon
los que nunca volvieron.
Bate la lluvia sus paredes
y vencida en su prestante mole
resbala por la tez
de sus vertientes rojas.
Rosa de los vientos:
al norte, la umbría,
cobijo de fríos;
al este, la primera luz del día
y un recuerdo en forma de cruz
por los muertos caídos;
sur de soles, tibio resguardo de inviernos
y relumbre de fuego en los veranos.
Y al oeste, la entrada de los pecadores.
Camino de ida y vuelta:
al perdón, cual hormigas
haciendo granero,
con la carga del pecado a cuestas
y del perdón, con alivio ligero,
de nuevo, al pecado y al yerro.
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