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Descargado de inútiles ropajes
ofrecen su desnudo seno al cielo
para en fecunda unión con los temperos
cuajar feraz de esquilmo su ramaje.
En busca del azul para apoyarle
capiteles de columnas humeantes
levantan majestuosas sus figuras.
entre la plata de los olivares.
Quietud en esta tarde de febrero,
que sólo rompe la labor de tala
del diestro talador en los olivos.
Hurta sombras la luz a las umbrías
y debajo del almendro me recreo
oyendo a la perdiz en los sembrados.