La siesta.

 

Van Gogh: La siesta

 

 

Al compás que recortan las chicharras

porciones de aire denso en los olivos,

despide el  suelo ardientes bocanadas

de melaza con plomo derretidos.

Fulge hiriente la cal en las fachadas

y el cielo,  que se enturbia  calinoso,

diluye los perfiles de la sierra

y confunde veredas y  caminos.

El tiempo se aletarga adormecido

en  horas en que el sol baja viscoso

a los montones rubios  de las eras.

Sobre el asfalto de la carretera,

oasis que la mano nunca alcanza,

un espejo sinuoso reverbera.

Avispas verdinegras merodean

por la cuba de cinc sobre el brocal.

En la burbuja en sombra de la casa,

tras la  vieja cortina de franela

que detiene la flama del corral,

unos niños desnudos juguetean.

Raya el aire el zumbido de un moscón,

que luego se posa

y cesa.

Da una media el reloj.

Espesa, lenta y sola.

La hora del sopor.

El tiempo de la siesta.

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