La Sección Femenina.

En la primavera del año setenta llegó al pueblo una de las últimas cátedras ambulantes de la Sección Femenina.

Las jóvenes que participaban en los cursos que organizaban debían acreditar al final de éstos sus destrezas con las labores, los conocimientos adquiridos y la actitud de servicio a la comunidad, tras lo cual se les expedía el  correspondiente certificado de aptitud. Era lo que se conocía como el Servicio Social, obligatorio para todas las mujeres. También los varones participaron en algunas actividades, como los bailes regionales.

Pilar Primo de Rivera era la  jefa máxima de la Sección Femenina, organización inspirada en los principios falangistas que ideó su hermano José Antonio. Estos principios fueron difuminándose y resquebrajándose con la evolución de la sociedad y las costumbres. El Falangismo, engullido por el Movimiento de Franco, daba sus últimos coletazos con el régimen del 18 de julio. Quedaba para mejor ocasión la “Revolución Pendiente” que nostálgicamente echaban de menos los más ortodoxos de sus miembros.

 La juventud de esa época empezaba a desasirse de los lazos que coartaban sus manifestaciones y comportamientos por los convencionalismos instalados en la sociedad durante generaciones. Agarrarse los novios de la mano por la calle era una osadía y no digamos echarse el brazo por los hombros. Los bailes eran pecaminosos y entrar las mujeres a los bares, salvo fiestas de guardar y bien acompañadas, no estaba bien visto.

Las  monitoras componentes de aquella cátedra, chicas jóvenes y emprendedoras, poco atadas a los principios morales de su fundadora, trajeron un poco de aire fresco  a la juventud del  pueblo. Así que aquellos guateques, aquellas reuniones en lugares a media luz, aquel ir y venir de grupos de jóvenes en plena siesta, soliviantaba  a las estrechas  mentes biempensantes, guardianes de la moralidad ajena. Hubo recriminaciones y admoniciones…pero no hay muros por altos y fuertes que sean que detengan la evolución de los tiempos y las costumbres (“¿Quién ha puesto al huracán/jamás ni yugos ni trabas,/ni quién al rayo detuvo/prisionero en una jaula?” (Miguel Hernández). Aquellos actos que tanto escandalizaban entonces y que les parecían a algunos los prolegómenos de otra Sodoma y Gomorra son hoy comportamientos dignos de las hermanitas de la caridad comparados con las costumbres al uso.

Resultó más fructífera para la juventud del pueblo la convivencia diaria con estas bulliciosas monitoras que las actividades oficiales que impartieron.

El día 15 de julio se clausuró esta cátedra ambulante con un gran baile en el salón del cine.

 

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