La saca.

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Léon Lhermitte, Los segadores.

Aguador, que no les falte el agua  a la cuadrilla de afanosos segadores. Acércate a la fuente cuántas veces hagan falta,  que el  inclemente sol castiga sus cuerpos entre las mieses doradas. El aire denso tiene una quietud de fuego cuando el  canto  aserrador  de las chicharras corta calimas en la siesta acompañando a  las hoces en la siega. Sólo los protege un sombrero de paja y un pañuelo sobre sus cabezas, que a ratos mojan con agua fresca. Brazos tensos y morenos, brazada a brazada, van dejando de rastrojos lo que fue ondulante mar de raspas. La cuadrilla avanza en uniforme alineación. Ninguno se retrasa del grupo. Pundonor y estima  obligan a no desfallecer en la faena. Arresto y destreza son galones que producen respeto.

A finales de mayo comienza la saca, que así se llama el proceso de siega, carga y transporte desde las hazas a las eras cuando las espigas alcanzan  la madurez tras pasar en el campo las lluvias de otoño, las  heladas de invierno, la tornadiza primavera, que unas veces colma y otras merma, y los solanos de mayo que frustran  el granar y la esperanza. Sacar de la tierra el fruto de los sudores del trabajo transformado en grano a golpes  de hoz y  cinturas dobladas.

 Los segadores van  juntando las mieses en su mano izquierda. Dediles de cuero protegen sus  dedos de posibles cortes.  Las gavillas  se amontonan y se  forman haces  que se atan por sus talles con vencejos. Desde el suelo  hay que subirlos al  carro, al que se han añadido  varas  para ampliar capacidad.  Un trabajador arriba los coloca y ordena  y otro  desde abajo  se los manda pinchados  con horquilla.  Cuando está completa la carga se corona y ajusta  con el cintero que sirve de tope y sujeción.

Y a las eras, que el tiempo apremia. A pleno sol por caminos en mal estado por las huellas secas del invierno,  con  baches y piedras,  el carrero arrea a la caballería,  a veces subido en una de ellas, a veces andando o  sentado sobre el tiro para hacer de  contrapeso, más pendiente de evitar el vuelco que de escuchar  los chirridos  de los ejes que cantaba Atahualpa Yupanqui. En ocasiones  se cimbrea peligrosamente y hay que atemperar el paso y extremar las precauciones.

carro

El carro es el medio de transporte fundamental y único hasta que lleguen tractores y remolques. Según peculio y haciendas se dispone de  yuntas y  atalaje. De yugo los más pudientes, los más modestos de dos varas laterales y en lugar de mulas tordas, alazanas o zainas, asnos rucios para cargas más livianas.

Antes de empezar la saca ha habido que engrasar los ejes con sebo,  que no es sino tocino añejo.

Por las noches dejan los labradores los  carros en sus puertas.  Los niños, evitando que nos vean pues nos despachan, jugamos en  ellos. La bolsa inferior, que es su barriga de esparto sujeta con dos galgas, nos sirve de escondite y los yugos de imaginaria conducción.  

 

 

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