Aguador, que no les falte el agua a la cuadrilla de afanosos segadores. Acércate a la fuente cuántas veces hagan falta, que el inclemente sol castiga sus cuerpos entre las mieses doradas. El aire denso tiene una quietud de fuego cuando el canto aserrador de las chicharras corta calimas en la siesta acompañando a las hoces en la siega. Sólo los protege un sombrero de paja y un pañuelo sobre sus cabezas, que a ratos mojan con agua fresca. Brazos tensos y morenos, brazada a brazada, van dejando de rastrojos lo que fue ondulante mar de raspas. La cuadrilla avanza en uniforme alineación. Ninguno se retrasa del grupo. Pundonor y estima obligan a no desfallecer en la faena. Arresto y destreza son galones que producen respeto.
A finales de mayo comienza la saca, que así se llama el proceso de siega, carga y transporte desde las hazas a las eras cuando las espigas alcanzan la madurez tras pasar en el campo las lluvias de otoño, las heladas de invierno, la tornadiza primavera, que unas veces colma y otras merma, y los solanos de mayo que frustran el granar y la esperanza. Sacar de la tierra el fruto de los sudores del trabajo transformado en grano a golpes de hoz y cinturas dobladas.
Los segadores van juntando las mieses en su mano izquierda. Dediles de cuero protegen sus dedos de posibles cortes. Las gavillas se amontonan y se forman haces que se atan por sus talles con vencejos. Desde el suelo hay que subirlos al carro, al que se han añadido varas para ampliar capacidad. Un trabajador arriba los coloca y ordena y otro desde abajo se los manda pinchados con horquilla. Cuando está completa la carga se corona y ajusta con el cintero que sirve de tope y sujeción.
Y a las eras, que el tiempo apremia. A pleno sol por caminos en mal estado por las huellas secas del invierno, con baches y piedras, el carrero arrea a la caballería, a veces subido en una de ellas, a veces andando o sentado sobre el tiro para hacer de contrapeso, más pendiente de evitar el vuelco que de escuchar los chirridos de los ejes que cantaba Atahualpa Yupanqui. En ocasiones se cimbrea peligrosamente y hay que atemperar el paso y extremar las precauciones.
El carro es el medio de transporte fundamental y único hasta que lleguen tractores y remolques. Según peculio y haciendas se dispone de yuntas y atalaje. De yugo los más pudientes, los más modestos de dos varas laterales y en lugar de mulas tordas, alazanas o zainas, asnos rucios para cargas más livianas.
Antes de empezar la saca ha habido que engrasar los ejes con sebo, que no es sino tocino añejo.
Por las noches dejan los labradores los carros en sus puertas. Los niños, evitando que nos vean pues nos despachan, jugamos en ellos. La bolsa inferior, que es su barriga de esparto sujeta con dos galgas, nos sirve de escondite y los yugos de imaginaria conducción.