Esta impúdica prima ha perdido definitivamente la vergüenza. Toda la noche de juerga y farra y ahora se le suben los puntos a la cabeza por la desmesurada ingesta a granel de garrafa ajena. Atiborrada de gustos caprichosos y ajada por su vida licenciosa, la muy insolente ya no se recata de exhibir su pródiga desvergüenza, sino que nos arroja a la cara sus lúbricos desmanes. Por más que nosotros, su honorable familia, hemos hecho lo indecible por disimular sus veleidades, ella paga nuestros desvelos paseándose desnuda y desgreñada por el patio de vecindad con las prendas íntimas en la mano. ¡Qué bochorno para una honra ganada a lo largo de generaciones de ejemplar comportamiento!
Las pocas, pero bien ganadas pertenencias de la familia, al albur de usureros prestamistas que como buitres planean en busca de cadáveres con que saciar su voraz apetito.
Buenísimo, pues nada, a invertir en Tesoro Público para salvar la honradez de la puta prima, je je, si es que tanta juerga no puede ser, que después pasa factura, saludos
Las juergas, como todo, bien administradas alegran la vida.
Te dejé anteayer un comentario
que tu blog no me quiso recoger
por ser reacio yo a pertenecer
a feisbuk, a tuiter y al diario (Hoy)
Tras el ripio te diré que había intantado postar el siguiente elogio que no sé si me saldrá tan bien como cuando leí tu escrito: Magnífico, Juan, -como todo lo tuyo-. ( y ya sabes que nunca exagero el elogio, sino que al contario soy en exceso poco halagador. Sobre la prima ya nos íbamos dando cuenta de que era frívola, díscola y de riesgo. Y las compañías le habían ocasionado ya un nefasto embarazo poco desado.
Gracias, Juan: sigue deleitándonos con tus letras. Un abrazo y ya hablaremos junto a una copa (aunque sea de familia: jodida prima…)
Eso debe ser una manera sibilina de presión.
Muchas gracias, Manolo. Lo de la copa se hará. Desde Montijo, recuerdos y un abrazo.