CARTA EN EL PERIÓDICO HOY 25-11-11
La madre le preparó el traje y lo mandó a la plaza a lucir el tipo de mocito en edad de merecer. A la luz clara del día las mangas del repasado traje le venían un poco cortas, igual que las perneras a pesar de haberle soltado las bastillas. Estrecho el talle de forma que si se abrochaba el botón delantero le respingaba la chaqueta por detrás. El brillo resaltaba en antebrazos y culeras por el uso de difuntos usuarios. Aseado sí iba, recién duchado y con brillantina en el pelo, buen tipo, prestante presencia y seguro el paso.
Pero esa prima lejana apetente y resabida no se dejaba embaucar. Estaba avisada por su padre, tratante avezado de ferias y mercados. La tenía bien aleccionada: olivares, buenas casas y cortijos y feraces tierras de labranza. Las apariencias engañan, entérate de hipotecas y desahucios. Así que la escurridiza parienta, cuando contestó a sus requerimientos, lo hizo con folklórico recochineo: “Anda diciendo tu madre que tienes un olivar y el olivar que tú tienes es que te quieres casar”.