La mili

Ya hace treinta y seis años que suspendieron la obligación de hacer la mili. Los quintos, que creó Carlos III al decretar que uno de cada cinco jóvenes debía incorporarse al ejército, fue el nombre que se utilizó para todos los mozos que se incorporaban a filas, aunque los procedimientos para hacerlo fueron cambiando con los años.
El día ocho de noviembre de 2000 se celebró el último sorteo que asignaba los destinos del año 2001. A partir, por tanto, del uno de enero de 2002 quedó suspendido el servicio militar obligatorio.
En este largo periodo de vigencia de la mili hubo injustas formas de leva que hacían recaer la defensa de la patria en los que no podían librarse porque no disponían de medios económicos. “Si te toca te jodes que te tienes que ir, que tu padre no tiene para librarte a ti”
Fueron los casos de redención y sustitución por los que quedaban exentos de ir al ejército, tanto en tiempo de paz como de guerra, quienes pagaban una cantidad de dinero o buscaban directamente un sustituto, el cual cumplía el servicio en lugar del sustituido.
 La diferencia entre redención y sustitución era que en el primer caso la administración se comprometía a reemplazar al redimido por otro voluntario o reenganchado y en la sustitución era el joven beneficiado quien debía presentar al sustituto, una vez comprobada su aptitud.
La picaresca encontró en ello su caldo de cultivo.  Muchas familias se entrampaban para librar a sus hijos pagando intereses abusivos. Se presentaban para ser sustitutos, cojos, enanos, lisiados… que eran declarados inútiles en la primera revisión médica. También se presentaban por la mitad del precio, vagos y delincuentes que a la primera ocasión que tenían desertaban, con gran perjuicio tanto para el ejército como para el que había pagado para ser sustituido, pues éste debía abonar ahora una cantidad suplementaria a la Administración. Casos más tristes eran los jóvenes que en edad militar se auto mutilaban con tal de ser declarados no aptos.
Esta situación duró hasta 1912 en que se derogaron la redención y la sustitución, lo que supuso una importante disminución de ingresos para Estado. Se aprovechó la circunstancia para crear el llamado ‘soldado de cuota’ con el fin de favorecer a estudiantes y profesionales al permitirles reducir el tiempo de permanencia en filas mediante el pago de una cantidad de dinero.
Con la Ley de Reclutamiento de 1940 se implantó el servicio militar obligatorio para todos los varones declarados aptos.
De los temas de conversación de los jóvenes han ido desapareciendo el vocabulario y el argot que muchas generaciones anteriores de varones utilizaron en una etapa de sus vidas que les dejó huellas imborrables. Estas palabras entraron en una zona de penumbra y las venideras solo las conocerán por referencias. Canciones que pertenecen al acervo cultural de los pueblos: “Vamos los quintos parriba/que nos llaman las campanas. /Jugaremos nuestra suerte/pa unos buena pa otros mala”. Los toques de fajina, diana, retreta, generala; las guardias, la soledad de las garitas, la alerta del centinela, los arrestos en prevención y calabozo…Lugares que solo con nombrarlos evocan cientos de anécdotas y recuerdos: Ovejo, Cerro Muriano, llano amarillo, jura de bandera… Amistades que perduran a pesar del tiempo transcurrido. La historia ordenó retirada con toque de corneta.

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