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Se mueve la ciudad como hormiguero
pisado por un oso.
Cada uno a sus afanes,
casi todos presurosos,
azuzados por el látigo de la ansiedad.
Me entristece algún joven
repartiendo propaganda en los portales.
Mujeres con las bolsas de la compra
van del vaivén
a la esclavitud de sus quehaceres.
Carretilleros de reparto
en la vorágine urgente de las prisas.
Los ojos tristes del parado
en la esquina de la espera sin llamada.
Un traje con corbata y hombre dentro
atado a los balances comerciales
rinde cuentas a su jefe.
Un mundo de lucha y competencia
donde triunfa el empuje de los fuertes.
No hay lugar para los débiles
y si caes pocos evitarán
poner los pies sobre tu frente.