Saltar al contenido
Los ruidos a las puertas de tu oído
retumban con sonidos estridentes
y mueren tus palabras entre dientes
a golpes de tambor y de platillo.
Resaltan en los cuellos, inflamadas,
arterias descollantes e imponentes
a punto de explosiones inminentes
al querer conversar con camaradas.
Para acabar la noche impertinente
sólo falta bebida adulterada
y exponer la garganta en el relente.
Así queda tu cara de arruinada:
parece el retrato al día siguiente
de una cabra ojerosa y malparada.