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Pensé yo que sería timidez
ese ademán distante y engreído
al pasar a mi lado tan crecido
con modales y gestos de altivez.
Tal vez un trauma cruel en su niñez
lo llevaba a mostrarse envanecido
y era sólo un fracaso no asumido
transmutado en profunda estupidez.
Por fin el tiempo esclareció el dilema
cuando observé qué trato dispensaba
a individuos de lustre y oropel.
No era trauma ni apócope el problema:
creía que su merma compensaba
compartiendo amistad de alto nivel.
Quizás eso pensaba,
pero deberían ustedes ver
el ganado con el que se juntaba.