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Aquí en la esquina apostado,
a observar y no hacer nada,
cortando el aire en rodajas
en un cruce de caminos.
Mirar la vida en la gente,
cada cual a su destino,
representando el papel
que le asignó el regidor
del gran teatro mundano.
¡Oh, excelente Calderón!
¡No más quiero
que esta amable languidez!
Que me lleve la corriente
liberado de cuidados
por el discurrir tranquilo
de las acequias del tiempo
sin molestias importunas,
con la misma dejadez
de abúlica voluntad
que sintió Manuel Machado
en una noche de luna.