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Las piedras encierran las historias de los pueblos.
Allí están las huellas de los siglos.
Esperan enclaustradas que las manos del experto,
escobilla y cincel, les extraigan los secretos de los muertos.
Regresamos a sus vidas y a su tiempo,
pero también, arqueólogos, mirad un poco al cielo.
Esa cóncava mano de luceros
los cubría también a ellos:
celtas, lusitanos, romanos, visigodos,
musulmanes, almohades, almorávides, iberos…
Con el vértigo que da la luz en continuo movimiento,
allí siguen, aparentemente quietos,
que cien mil años no es nada en el fluir del firmamento.