Venía una mujer andando de Berlanga con un cesto de mimbre lleno de hinojos recién lavados en la fuente del lugar. Los vendía por manojos, a perra gorda. ¡Pobre mujer, con zapatillas empolvadas y traje negro desleído por el sol, cargando sobre la cabeza el cesto! En la plazuela se sentaba sobre la piedra que protegía la esquina de Daniel.
Alonsito vendía altramuces (chochos) de casa en casa. Su familia los endulzaba en la parte del arroyo primero conocida como la charca de tía Espina, cerca de la cantera. Los dejaban allí en la corriente del agua durante unos días metidos en un cesto de mimbre tapándole la boca con un saco.
Dionisio cambiaba garbanzos “tostaos” por crudos, yendo también por las calles con su cesta de pita voceando el producto. Acudíamos los muchachos con un tazón o un vaso colmado de garbanzos y nos lo daba con los “tostaos”, quitándole el colmo a la vasija.
Angelito pasaba por las casas con su banasta tapada con un paño blanco vendiendo mimos, bizcochos y cortadillos.
El “ tío de las gomas” traía en el portamaletas de una bicicleta, pirulís, pastillas de goma, y algunas chucherías más. Vendía también “revolanderas” de papel con un palo que nosotros hacíamos volar corriendo por las calles, “restallaeras”, que al frotarlas contra el suelo se encendían y empezaban a chisporrotear. Los más osados se las metían entre las manos moviéndolas como unas maracas. Unas bombas liadas en papel y guita que estallábamos arrojándolas contra la pared y otras que eran pequeños cilindros con una mecha y que a veces, algunos más traviesos, tiraban para que estallaran en los zaguanes de las casas. Cambiaba Tebeos, historias del capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín, El Jabato… por otros que no habíamos leído. Cancioneros de Antonio Molina, Manolo Escobar, Manolo “El malagueño”, Rafael Farina, etcétera, etcétera. Todo esto lo colocaba en la bicicleta como si fuera un escaparate y allí acudíamos con nuestra curiosidad y escaso peculio.
Tiempos de penurias y escaseces en que muchas personas lo pasaban mal, pero fueron los que nos tocó vivir, los de nuestra infancia.