Los versos de Campoamor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira, expresan la quintaesencia del relativismo moral y pesimista. No hay valores inmutables. Es la constatación y el triunfo de la arbitrariedad y los intereses de cada momento.
La historia, maestra de la vida y testigo de los tiempos, en palabras de Marco Tulio Cicerón, muestra sobradas muestras de ello.
Espartaco fue un insurrecto para los romanos y un líder glorioso para los esclavos. Igual que Viriato lo fue para los romanos y lusitanos.
Los nazis alemanes consideraban terroristas a quienes los combatían desde la resistencia en los países invadidos. Eran héroes, sin embargo, para sus compatriotas.
Los serbios en la última guerra de la antigua Yugoslavia tenían sus líderes, que eran aclamados por sus partidarios, los croatas los suyos, al igual que albaneses y bosnios. Sin embargo, para sus rivales, eran poco más que hienas sanguinarias.
Héroes para un bando, villanos para los adversarios.
Podemos seguir con numerosos ejemplos, que a ustedes seguramente les habrán acudido a la memoria.
El orden establecido, tantas veces invocado por aquellos a quienes favorece, tiene que basarse en la justicia y la equidad, si no, es un yugo que protege a unos y perjudica a otros. La apelación a su imperio ha sido la justificación, la mayoría de las ocasiones, para considerar delincuentes, rebeldes o saboteadores a los que lo combatían por parte de quienes veían peligrar sus privilegios.
Entre tanta visceralidad, tanto odio y sectarismo debe quedar una zona neutral para la objetividad y el sentido común. No es igual quien se defiende que quien ataca, quien se subleva contra la injusticia que quien la apoya. La lucha por los derechos civiles de los negros, de las minorías étnicas, de los esclavos, son objetivos amparados por el derecho natural y compartidos por la inmensa mayoría, pero por desgracia quedan quienes se afanan en atacarlos. Si nunca hubiera habido nadie que se sublevara y luchara contra situaciones injustas seguirían existiendo la esclavitud, la jornada laboral de sol a sol, trabajos por salarios miserables y condiciones laborales insalubres, el sometimiento de la mujer a la ciudadanía de segunda o tercera clase.,, En su tiempo los que reivindicaban derechos que hoy nos parecen básicos fueron considerados como anarquistas, subversivos o antipatriotas.
Hay valores comunes aceptados y defendidos por todos. Unos principios inherentes a la condición humana, anteriores a todo derecho escrito. El derecho natural. Por él apreciamos sin necesidad de estudios la diferencia entre el bien y el mal. Como, por ejemplo, el asesinato a sangre fría de un niño inocente o la ayuda desinteresada a quien la necesita. Si no somos capaces de distinguir la bondad o maldad de esas acciones y de alguna manera justificamos las atrocidades estamos definitivamente perdidos como seres humanos.