Herbicidas. ¿Sólo las hierbas?

Carta en el periódico HOY 21/02/2012.

Cuando yo era niño  para quitar las malas hierbas  se escardaban los sembrados.  Las cuadrillas de trabajadores recorrían las sementeras con las azadas y las quedaban limpias de ballicos, gramas y cardos.

 En el arroyo del pueblo, que pasaba pegando a la escuela,  había peces, renacuajos y lampreas.  Como no había recinto cerrado para el recreo, los escolares nos íbamos allí  a buscarlos en las covachuelas y  debajo de la arena.  En el campo podía beberse el agua clara  que corría por  las gavias. 

Ahora para quitar las hierbas de  las hazas y olivares pasan los tractores  con un depósito y  unas largas barras  tirando  los herbicidas o lo hacen  mismos agricultores cargándolo  en mochilas a sus espaldas.  Cuando llueve abundantemente la lluvia corre hacia los regajos que desembocan en la presa de donde nos surtimos de agua  potable los pueblos de la Campiña. Entre el 2001 y el 2002 la Dirección General de Salud Pública de la Junta de Extremadura realizó 2.553 análisis a la red de agua de consumo público, de los que 484 tenían restos de herbicidas.

Ignoro si  con las nuevas técnicas de depuración  se eliminan totalmente  los restos de tantos productos químicos como se le echan al campo. Los  acuíferos subterráneos  no se depuran y seguro que reciben también parte  de esos productos.  No hacen falta análisis para saber que  en el arroyo de mi pueblo ya no hay peces, renacuajos ni lampreas, que las alondras y los pájaros  trigueros han disminuido considerablemente  y que los cazadores,  caminantes y labriegos ya no pueden beber el agua  corriente  de las gavias cuando salen  al campo.

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