Frases célebres

Hay personas que dejan huellas por su forma de ser y de enfrentarse a la vida. A la pata la llana y con originalidad. Dan respuestas inesperadas que saltan las lindes de las convenciones sociales y la lógica.  Se dice de ellos que tienen buenos golpes, que son ocurrentes. ¡Las cosas de Fulanito! Frases que permanecen en el acervo cultural de los pueblos durante muchos años y son citadas cuando se presentan situaciones parecidas o comparables a las que originaron sus ocurrencias.
En las redes sociales se echa mano de citas de la más variada índole que están en el inmenso cajón de sastre de internet. Las hay de alta escuela y más de andar por casa.  Comodines para aplicarlos a nuestro estado de ánimo o situación personal.
El mundo del toreo ofrece algunas célebres. ‘Más cornás da el hambre’, le dijo el Espartero a un periodista cuando le preguntó si valía la pena arriesgar la vida ante un animal que tiene media luna como armas en su frente, en metáfora de Luis de Góngora. Él sabía cómo penetraban en el estómago los estoques de las carencias.
Rafael el Gallo, cuando le presentaron a José Ortega y Gasset, después de preguntar que quien era “aquel gachó con pinta de estudiao”, y de decirle  que era el eminente filósofo, soltó aquello de ‘Hay gente pa tó’
En la reducida y limitada sociedad de nuestros pueblos una metedura de pata, por ejemplo, puede convertirse en chascarrillo para vecinos de varias generaciones. Como la del que fue a dar un pésame y ante el silencio reinante, pero de oídos aguzados, no se le ocurrió mejor condolencia para salir del pasó que soltar a los deudos: “Por fin palmó Miguel”.
Otro buen hombre de mi pueblo fue protagonista de dos anécdotas que se refieren todavía a pesar del tiempo transcurrido desde su muerte. Estaban en una ocasión en el campo acomodando en el carro los haces recién segados para llevarlos a la era. Él estaba en lo alto, entre las varas, y guardaba el equilibrio a duras penas por la inestabilidad del apoyo. Desde abajo le indicaron que tuviera más cuidado porque los estaba colocando mal y se deshacían.
-Bastante hago con no caerme de aquí, fue su respuesta. Quedó como cita que se menciona cuando se le pide a alguien que ponga más atención en lo que está haciendo.
Una noche se dirigía en bicicleta de Ahillones a Berlanga, distante tres kilómetros. Era el medio de locomoción más utilizado. Muchas bicicletas iban con un faro alimentado con una dinamo unida a la rueda delantera, con lo que costaba más trabajo mover los pedales por el roce. Esta iba con lo indispensable, ligera de equipaje, pero como había luna llena emprendió la marcha confiado a la suerte y a la poca circulación que había entonces. A mitad de camino se topó con la pareja de la guardia civil, que le dio el alto. Paró, se dieron las buenas noches y le dijeron que tenían que multarlo con quinientas pesetas por ir sin luz. El buen hombre sacó tabaco, ofreció, lio parsimoniosamente su cigarro y cuando terminó se acercó al guardia que escribía, dándole amistosamente con el envés de la mano en el antebrazo: “¡Trae, ‘pacá’ candela, el de las quinientas pesetas!”.

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