Francisco Umbral

20111011160440-austral-recupera-obra-francisco-umbral

La vida de Francisco Umbral, que en realidad se llamaba Francisco Alejandro Pérez Martínez,  fue,  tras esa postura insolente y descarada que exhibía, triste y trágica. 

Su madre, Ana María Pérez Martínez, una mujer soltera y tuberculosa, lo tuvo a él tras una relación con un hombre casado   del que era su secretaria, Alejandro Urrutia, abogado cordobés y escritor, padre del poeta Leopoldo de Luis, gran amigo de Umbral.   El distanciamiento y desapego de su madre, que fue a parir a Madrid al  hospital benéfico La Maternidad por temor a las habladurías de la gente de Valladolid,  lo marcó para siempre. Umbral tuvo un único hijo   que murió de leucemia a los cinco años, lo que le inspiró su libro Mortal y rosa (1975), lleno de hondo lirismo y sentimiento.

Él mismo escribió: “He optado o estoy optando por el engaño, por el autoengaño, de modo que seré inauténtico para siempre. No creáis nada de lo que diga, nada de lo que escriba. Soy un farsante”.

Me he permitido escribir el soneto que sigue como reconocimiento al gran escritor que fue tras reflexionar que muchas veces las apariencias engañan. 

Creó en su mente un mundo paralelo

lleno de elaborada fantasía,

para suplir su infancia tan vacía

de familia, querencias y consuelo.

Con alas de escritor levantó vuelo

y dio armazón a lo que no existía

creyéndose él mismo la utopía 

del brillo que emitía el espejuelo.

Francisco Umbral, de cínica insolencia,

ególatra y pedante altanería

inventó el personaje de sí mismo,

alcanzando en las letras la excelencia

con la trágica farsa que escondía

su orfandad en el fondo del abismo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.