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Como aguarda la tierra labrantía
la semilla fecunda en la otoñada,
el folio blanco espera
las hondas emociones
que nacen del corazón de los poetas.
Pero, ¿qué forma elijo?
Para mí la más ardua es el soneto
por sus muchos apremios en la rima,
pues cuando crees próxima la cima
no sale bien el último terceto.
Por eso me merece un gran respeto
quien lo borda y esfuerzo no escatima
para estar a la altura de la estima
que consigue quien pone fin al reto.
Estando en esta cuita el pensamiento
aún no he decidido en qué estructura
encajaré el fluir del sentimiento.
Aunque la empresa me parece dura
no me dominará el abatimiento
y acabaré feliz esta aventura.
También pienso en la lira,
estrofa con que el inca Garcilaso
quiso aplacar la ira
dejando al viento laso
y al eximio fray Luis en el Parnaso.
O la estrofa manriqueña,
llamada de pie quebrado,
tan sentida.
Con ella Manrique enseña
cómo todo se ha acabado
con la vida.
Sólo queda la esperanza
de otra morada en el cielo
al creyente
porque aquí tan sólo alcanza
hasta que se acaba el vuelo
mortalmente.
Más formas hay para ajustar el verso
al dulce sentir, los celos, la ira,
la pasión que arrastra
o la emoción que mueve.
Romances, silvas, décimas,
octavas, quintillas y quintetos,
serventesios, estancias, redondillas…
Más, líbrenme las musas
de hacer de buñolero
partiendo a discreción los versos
cual parten ellos los buñuelos.