Publicado el 22 noviembre, 201117 abril, 2012 por Juan FranciscoFatuo Poco cuesta el alarde vanidoso a quien cuelga medallas en su pecho y en su incienso jamás encuentra techo para dejar de ser un pretencioso. El oyente que aguanta silencioso, por no dañar ni herirlo en su provecho evita así reacciones de despecho y aguanta estoico su decir pomposo. Pero es ya tan enorme el esperpento creado con sus ansias de grandeza que no ve que quien oye no está atento, ni absorto en contemplar tanta guapeza, sino que no soporta el engreimiento de quien sólo demuestra su torpeza.
Muy bueno, lo has clavado. ¿Quién no ha sufrido alguna vez la engolada y torpe elocuencia, de una seudo patetica enciclopedia paticoja…?. Para consuelo de incautos, siempre estara ahí el silencio mullido de las nubes. Nos vemos. Antonia de Lepe Responder
Muy bueno, lo has clavado. ¿Quién no ha sufrido alguna vez la engolada y torpe elocuencia, de una seudo patetica enciclopedia paticoja…?.
Para consuelo de incautos, siempre estara ahí el silencio mullido de las nubes.
Nos vemos.
Antonia de Lepe
Muchas gracias Tony por tu elogioso y bello comentario.