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Le dijo adiós una mañana.
Se fue envuelta en las sábanas del alba,
tan niña y tan mujer.
No ha vuelto a verla más,
tampoco la olvidó.
Si la viera ahora no sabría decir si es ella,
la recuerda como era,
tan bella, tan tierna, cándida flor,
su mirada en los farolillos de la feria.
Aquel beso que no dio y que siempre añora.
Ahora ya no brillan los luceros
porque han puesto lonas a los cielos,
pero entonces, el fresco de la madrugada los mecía
en la cuna del aire al son de Alfonsina y el mar.
El último día parecían tristes.
Sonaba todo a despedida.
Tan larga es la ausencia que anda el olvido
queriendo borrarla,
pero vuelve cada dieciséis el cometa de su estela
a enredarse en los acordes de la plaza.