Fallida.

Junto a sábanas bordadas

y vistosos mantones de Manila

guardaba los suspiros

en un vetusto arcón arrinconado.

El pletórico cuerpo del deseo

disimulaba encantos

con lasos vestidos

y  excesos de pudor y de recato.

Mientras tanto  la vida se alejaba

calle abajo, bulliciosa y festiva.

Cuando quiso unirse al baile de los gozos

ya era tarde y sintió la pesadez

del lastre de su cuerpo

y la merma de júbilo en sus ganas.

Buscó favor en la rutina

y consuelo en rezos y capillas.

Le quedó un poso triste en la mirada, 

de juventud fallida

y de besos que no dio ni le ofrecieron.

Labios vírgenes adolescentes,

pétalos de  rosas hoy 

caídos en el suelo

tras la lluviosa calidez  de mayo.

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