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(Cuadro de Ezequiel Martín Baró)
Enhiesto, a guisa de torero
haciendo el paseíllo,
entra el caballero
de acicalada compostura,
ufano el aire y relamido el pelo.
En calmosa y estudiada pose
observa en derredor a los presentes
que, infelices, su dicha no merecen.
De pitillera de bruñida alpaca
extrae un cigarrillo
y con mechero de destellos áureos
enciende el cilindro de tabaco.
En columpio de gozo complaciente
da una profunda calada
y exhala el abundante humo
por sus apéndices nasales y entreabierto belfo.
Acodado en la barra,
¡oh, pequeño mundo a sus pies postrado!
demanda un combinado
de exótico apellido
sin mirar al camarero.
A solas,
con aquellos, sabrá Dios qué pensamientos,
sonríe despectivo.
¿Se trata de algún caballero en concreto o es sólo un arquetipo?
Cada uno que le ponga cara, pero con cigarro o sin él, este tipo no suele faltar en ningún sitio, jejeje.