(Mujer en la ventana de Jozef Israëls)
De la humilde casa donde habita
tiene en la pared por cabecera
la talla de una virgen de madera
y un vaso con aceite y lamparilla.
Vacilante llama en la penumbra
que bate el aire de tristezas amarillas.
La madre espera, suspirando anhelos,
el regreso del hijo a su consuelo.
Está lejos, allá en tierra extranjera,
pan y sudor bajo otro cielo.
La vida pasa en el pueblo detrás de su ventana
como cine ajeno de siluetas
que van a sus afanes.
Lento discurrir de horas calladas:
sombra y luz en monótona alternancia
y un rosario de cuentas desgastadas.
De vez en cuando mira,
ojos de acerado brillo,
la foto del hijo sobre el anaquel del alma.