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Si quitamos el rubor,
por esencia incontrolado,
pues revela nuestro estado
sin mando regulador,
el otro gran delator
de nuestra forma de estar
es, según mi cavilar,
de las manos la postura
y su errática andadura
si nos hacen zozobrar.
Nos alisamos el pelo
de la nuca a cada instante
si en situación vacilante
no levantamos el vuelo
ni hallamos firme en el suelo.
Otras veces tanteamos
por ver si las colocamos
enlazadas o caídas,
en los bolsillos metidas
o en el cuadril apoyamos.
Y es que sin abrir la boca
con las manos transmitimos
impresiones que sentimos
cuando la emoción nos toca.