Ermita del Ara

Septiembre es el gozne donde giran las puertas del verano y del otoño. Uno se va entre rastrojos y otro llega con el viento que desprende las hojas de las alamedas que tapizan de bellas tonalidades ocres las riberas.

La comarca de la Campiña Sur de Extremadura, extensa llanura limitada por la Sierra de los Argallanes y las estribaciones de Sierra Morena, ofrece una variada paleta de vistosos y marcados colores durante las cuatro estaciones.

Este mes es un descansadero que, como en las cañadas y cordeles a los pastores trashumantes, sirve de asueto y reposo entre la recolección y la nueva sementera. El ganado aguarda la salida de las primeras hierbas con las lluvias que generalmente presentan sus credenciales con redobles de truenos.

A lo largo de sus días, hitos bajo las advocaciones de vírgenes, cruces y arcángeles marcan los momentos en los que cada pueblo ofrece, implora y se divierte.

Uno de los que celebra con arraigada tradición estas fechas es Fuente del Arco. Situado en el elevado balcón que la sierra le ofrece, tiene al frente amplias y hermosas vistas de dehesas y tierras de labor; al sur, dándose la mano con la provincia de Sevilla, Guadalcanal; Llerena, al norte y al poniente, la mina de la Jayona y la ermita de la Virgen del Ara.

La tarde del siete de septiembre muchos vecinos de Fuente del Arco bajan hasta allí   para pasar la noche. Es lo que se conoce como la ‘velá’.  Con las estrellas parece que las plegarias tienen más libre el camino hacia el cielo. Lugar de leyendas, el rey Jayón y su hija Erminda, de molinos de harina y aceite, de minas y manantiales, como ‘La Madre’. Un paraje ideal donde encontrar tranquilidad y escuchar el silencio.

La ermita está situada en un valle entre la sierra de la Jayona y los Barrancos, inclinadas cuencas que vierten sus aguas en la rivera del mismo nombre.  De sugestiva belleza por las pinturas murales que recubren todas las paredes y bóvedas, es conocida como la ‘Capilla Sixtina’ extremeña. En el año 2018 fue declarada bien de interés cultural por la Junta de Extremadura. Antes del amanecer del día ocho la virgen es llevada a hombros hasta el pueblo por jóvenes que han pasado allí la ‘velá’. Le siguen personas que cumplen promesas. Suben por pronunciadas pendientes hasta llegar al puerto donde hacen un breve descanso a la espera de las primeras claridades del alba en el horizonte.  Desde allí hasta la Cruz de Guardado, dando vistas al pueblo, donde espera el resto de vecinos y de muchos otros lugares. Banda de música, cohetes y repiques de campanas, mientras el sol levanta su majestad por el saliente.

Razón y fe en competencia, pero es tan fuerte la emoción de esos momentos que, arrancando la lógica de cuajo, me emociono yo también viendo la emoción de los presentes. 

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