Cuarenta y siete años son muchos para reconocer a una persona a la que no ves desde entonces. La tienes delante y sabes que debe ser uno de los niños que un veintitrés de enero de 1963 se incorporó contigo al seminario y compartió juegos, estudios, alegrías y tristezas, pero el tiempo ha modificado la imagen que guardabas de cada uno de ellos y es difícil dar un salto tan extenso sin caer en el error. Una tarjeta identificadora en el pecho (qué buena idea) o la pronunciación de un nombre abren las compuertas y originan la avalancha de recuerdos retenidos, pero cuesta unir los extremos del ayer y del presente en un instante.
Este diecisiete de mayo volvimos a pisar el mismo suelo y subir las mismas escaleras, como hicimos tantas veces cuando bullían por todos sus rincones cientos de seminaristas. Hoy es un conjunto de edificios excelentemente reparados y conservados, pero casi vacíos de internos aspirantes al sacerdocio.
Recorrimos las clases, el comedor, la capilla, el patio de recreo, los dormitorios, donde a solas y en silencio nos acordábamos de nuestras casas en aquellas noches bajo el manto de las estrellas que don Joaquín Obando nos evocaba a través de la megafonía con fondo de música gregoriana…
Por estas estancias fuimos dejando la piel de niño y adentrándonos en el proceloso mundo de la adolescencia entre confiados y devotos rezos, partidos de fútbol las mañanas de los domingos, olor a la flor de los naranjos, nieblas del Guadiana y humedad resbalando por el mármol de aquellos largos pasillos.
El silencio y la palabra se turnaban al compás de los toques de campana del patio de las columnas, recogida hoy la cadena y sin la mano de Francisco Franco que la blandiera. Aquí quedaron flotando las vivencias de una etapa de nuestras vidas que hoy nos ha salido al encuentro para unirse a la memoria de estos maduros y curtidos cuerpos, mediada ya sobradamente la travesía de la vida.
José María Cerqueira, personificación de la bonhomía, ha sido el artífice y alma de este reencuentro que nos ha ayudado a conectar las dos orillas del mar donde cada uno, en particular periplo, siguió un rumbo y un destino y en el que unos pocos naufragaron tempranamente.
Nos trajo José María en sus palabras petición ajena de perdón y mucho sentimiento. Si hubo algo que perdonar, perdonado queda porque el perdón humaniza a quien lo pide y ennoblece a quien lo otorga.
Cuando mediada la tarde nos despedíamos me pareció escuchar por los altavoces que dan al patio de tierra “En un mercado persa” entre el bullicio infantil de los juegos.
Gracias a todos los que habéis colaborado para que este día nos trajera tantos recuerdos y removiera tantas sensaciones, aunque ya los de antes no seamos los mismos, como escribió Pablo Neruda.
2 respuestas a «Reencuentro en el Seminario.»
Leo que se huerto de arriba celebrado un encuentro en el Seminario de antiguos alumnos. Yo soy del curso 1960/1961 y paisano de José María Cerqueira. Y amigo y compañero de Luis Durán Gómez. Desgraciadamente he olvidado los nombres de los compañeros que tuve. Si fui amigo de Don Juan Portero que murió de accidente en mi pueblo, Reina.
Eres dos cursos anterior al nuestro. Yo también conocía a don Juan Portero, que falleció en Reina de donde es José Mª Cerqueira, residente actualmente en Badajoz.
Leo que se huerto de arriba celebrado un encuentro en el Seminario de antiguos alumnos. Yo soy del curso 1960/1961 y paisano de José María Cerqueira. Y amigo y compañero de Luis Durán Gómez. Desgraciadamente he olvidado los nombres de los compañeros que tuve. Si fui amigo de Don Juan Portero que murió de accidente en mi pueblo, Reina.
Eres dos cursos anterior al nuestro. Yo también conocía a don Juan Portero, que falleció en Reina de donde es José Mª Cerqueira, residente actualmente en Badajoz.