Enfermos mentales

En las fiestas se juntan entre ellos y, aunque estén al lado del bullicio y de la música, están ajenos. Vagan por los vericuetos que sus mentes enfermas trazan. Fuman mucho y hablan poco. A veces alguno ríe sin motivo aparente. Beben agua en abundancia, quizás debido a su medicación. Son conscientes de su enfermedad, que asoma a sus ojos miedo, pero no dominan las bridas para controlarla. Solo el tratamiento la mantiene a raya. Los brotes más agudos los sufrieron en su adolescencia, cuando el volcán de las glándulas rompe costuras e inestabiliza todo el andamiaje de la personalidad.
Hay una gran variedad de trastornos mentales, cada uno con sus manifestaciones propias. En España, según la OMS, entre el 2.5% y el 3% de la población adulta padece una enfermedad mental grave, lo que supone más de un millón de personas.  El 9% de la población tiene algún tipo de problema de salud mental y el 25% lo padecerá a lo largo de su vida. Dicen los manuales que entre las causas están la herencia genética, haber sufrido situaciones muy estresantes, las lesiones cerebrales, los desequilibrios químicos en el organismo y el consumo de drogas y alcohol.
Una vecina a los pocos días de morir su padre me contó que lo veía en la televisión dando las noticias del telediario y que le daba consejos sobre lo que debía hacer y lo que no. Le dije que eso eran imaginaciones suyas, que no existían en la realidad. ¿Entonces no es verdad? Claro que no, es tu mente. Y se quedó pensativa, con la mirada perdida más allá de donde yo podía alcanzar. Padecía esquizofrenia desde hacía bastantes años, alternando periodos de lucidez con crisis agudas.
Otra enferma iba casa por casa de los amigos de su padre a horas intempestivas exigiéndoles que se lo devolvieran y preguntándoles que dónde lo habían metido.
La mente, ese maravilloso ‘conjunto de actividades y procesos psíquicos conscientes e inconscientes’ tiene en el cerebro su base. La sala de máquinas con cien mil millones de neuronas que controla y coordina nuestras acciones mentales y físicas. Tan fascinante es su estudio como puede ser el del universo.

 

Las enfermedades graves son penosas para sus familiares y para quienes las sufren. En el habla popular existen variadas expresiones, injustas por livianas y poco compasivas, para calificar los comportamientos erráticos de quienes desvarían y se apartan de lo que se supone que es la lógica. Estar como una cabra, tener un tornillo flojo o perderlo, estar sonado, írsele a alguien la pinza, estar chiflado, cruzarse los cables, perder el norte….
Ha habido escritores y artistas que las padecieron. Muchos acabaron suicidándose. Virginia Woolf lo hizo sumergiéndose en el río Ouse vestida con un abrigo lleno de piedras en los bolsillos. Felipe Trigo y Ernest Hemingway optaron por un tiro… Demasiado sufrimiento para no prestar atención a estas dolencias.

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